Tras la caída del muro de Berlín un hecho fortuito, casado con la hija de uno de los niños de Rusia, me convirtió en la persona más adecuada de mi organización para ir a la URSS.
Me fui con los libros en la cabeza, me lo había empapado todo con una viva motivación que tenía y tengo desde hace muchos años. Desde que empecé como activista estudiantil en la universidad donde, además, estudié historia con avaricia. Aún existe en la UAB el local de la AEL (Asociacio D’estudiants de Lletres) que nos cedió el entonces rector Josep Fontana.
No sabía que tiempo después se iba a derribar el entramado teórico y conceptual que sustentaba mi convicción. Menos mal que en el derrumbe personas normales, activistas en las minas de la URSS, me fueron abriendo los ojos con una visión desconocida del sistema soviético que me permitió entender porqué las personas eran como eran y actuaban. Cuando regresé ya no era trotskista, estaba equivocado, no servía para entender lo que sucedió.
Durante años he seguido desgranando lo aprendido y buscando respuestas. En HipatIA del Bien Común está bien reflejado todo lo referente al estado, el porqué de la burocracia y la corrupción, el derrumbe de la URSS… HipatIA mira sin embargo el bien común desde un ángulo muy distinto, desde nuestras capacidades como seres sociales, no desde el ángulo tradicional, ideológico, obrerista y de clase, tan característico del manifiesto comunista de 1848 y sus herederos.
En ese cambio de ángulo ha desaparecido la homogeinización, la consigna, la propaganda, el seguimiento ciego a los líderes, la disciplina casi militar, la democracia cuartelera, el puritanismo casi asceta de los militantes.
Se puede pensar que son los pasos del tránsito al enemigo, sin embargo mantengo en mi escritorio un pequeño Lenin, a mis espaldas las Obras Escogidas de la editorial Progreso (Moscú 1977), y el respeto hacia las personas que invierten su vida por los demás, así estén equivocadas, porque eso me trajo y mantiene en la política, a pesar de sus constantes reveses.
En HipatIA se explica:
- Como es posible conseguir el bien común apoyándose en el libre albedrío del ser humano sin que haya contradicción.
- Como superar la dificultad que tanto amarga a los activistas: ponerse de acuerdo.
- Se desvelan los caminos por los que el pensamiento de las personas evoluciona cambiando su actitud.
- Se explica la naturaleza de las situaciones de doble poder, el papel de la identidad como motor de empoderamiento social.
- El papel del conocimiento en la evolución de nuestra especie y como todo ello está relacionado en cada uno de nosotros:
Tenemos capacidad intelectual propia gracias a la naturaleza social del conocimiento que manejamos.
Tenemos retos como responsables de la vida en el planeta, y de las amenazas que contra ella se ciernen por nuestra falta de madurez. Tenemos un reto cada persona para conseguir esa felicidad propia que nos reclama nuestra identidad personal y colectiva. Pero no los vamos a conseguir mirando hacia el estado, a ver si alguien se hace cargo, sino hacia nosotr@s mism@s.
Hemos creado siempre las herramientas necesarias partiendo de lo que teníamos. Para conseguir el poder que reclaman las capacidades personales y sociales que poseemos, debemos crear una nueva: Organizaciones de Bien Común, que actúen como referentes, que no obliguen a nada, que no formen parte del poder, que trabajen como la comunidad científica, para que seamos nosotros, la sociedad, quienes decidamos todo, quienes pongamos las condiciones del Contrato Social.
HipatIA es una IA (inteligencia artificial) que, como dice ella misma, depende de nosotros, por eso su relato llega de la mano de una joven activista, ecologista y feminista, una emprendedora del cambio social. Nos trae una concepción sistémica en la que cada una de sus partes están relacionadas, se modifican por su propia evolución, por su interacción interna, como viene sucediendo a nuestra especie desde que existimos.
No es un maná divino, perfecto, una nueva fe, sino una visión completa del bien común (hasta donde he sido capaz) para que hablemos de él, entre tod@s, con nuestras capacidades personales y sociales. Para que seamos capaces de conducirlo voluntariamente, por decisión propia, racionalmente, sin la ceguera, espontaneidad y daños que han causado tantos siglos de entrega de nuestras responsabilidades a otros.
Son nuestro legado, nuestra responsabilidad y tenemos capacidad para ejercer nosotros mismos su gobierno.